Una de las afirmaciones que recurrentemente se escucha en el ámbito de la consejería matrimonial es: “las peleas en el matrimonio son malas”. Esta perspectiva, aunque bien intencionada, puede ser contraproducente. Yo, basado en mi experiencia y reflexiones bíblicas, sostengo una postura diferente: “No eviten las discusiones, simplemente, aprendan a llevarlas a cabo de forma constructiva”.
El mito de las discusiones como enemigo del amor
Hay parejas que, con el objetivo de mantener la armonía, evitan a toda costa las discusiones, pensando que son inherentemente dañinas para la relación. Sin embargo, la realidad es que las discusiones, cuando son gestionadas correctamente, pueden ser herramientas valiosas para el crecimiento y fortalecimiento del vínculo matrimonial.
El valor de las discusiones constructivas en el matrimonio
Lejos de ser conflictos destructivos, las discusiones pueden servir como un medio para aclarar malentendidos, expresar sentimientos y preocupaciones, y llegar a acuerdos que beneficien a ambas partes. La clave está en cómo se abordan estas conversaciones. En lugar de evitarlas, se trata de aprender a discutir con respeto, empatía y buscando siempre el bienestar mutuo.
Los peligros de evitar las discusiones matrimoniales
Evitar las discusiones puede dar lugar a una acumulación de tensiones y resentimientos no expresados. Con el tiempo, estos sentimientos reprimidos pueden estallar de formas mucho más destructivas, o peor aún, pueden llevar a la pareja a distanciarse emocional y espiritualmente. Como dice Proverbios 27:5: «Más vale reprensión franca que amor encubierto».
Las discusiones como medio para el entendimiento mutuo
Las discusiones matrimoniales no tienen por qué ser batallas en las que uno debe ganar y el otro perder. Por el contrario, pueden ser oportunidades para conocer más profundamente a nuestra pareja, entender sus perspectivas y sentirnos más conectados. Al enfrentar juntos los desafíos y resolverlos mediante el diálogo, las parejas pueden fortalecer su unión y crecer en amor y comprensión mutua.
¿Cómo discutir con mi pareja?
En la vida matrimonial, es natural tener desacuerdos y enfrentar retos. Sin embargo, la forma en que manejamos esos desafíos puede hacer la diferencia entre un matrimonio fuerte y uno frágil. En lugar de temer las discusiones, aprendamos a abordarlas con sabiduría, guiados por los principios bíblicos y el amor que profesamos por nuestra pareja. Recuerda: la meta no es evitar los conflictos, sino aprender a resolverlos de manera que fortalezcan la relación. Como se menciona en Efesios 4:15, hablemos la verdad con amor, creciendo en todo hacia Cristo.
10 versículos para evitar las peleas constantes en el matrimonio:
- Efesios 4:26-27 (NVI)
«Aunque se enojen, no pequen. No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol, ni den cabida al diablo.» - Efesios 4:32 (NVI)
«Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.» - Proverbios 15:1 (NVI)
«Una respuesta amable apacigua el enojo, pero una palabra hiriente lo aviva.» - Santiago 1:19 (NVI)
«Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse.» - Colosenses 3:13 (NVI)
«Sean tolerantes unos con otros, y si alguno tiene queja de otro, perdónense mutuamente. Al fin y al cabo, el Señor los ha perdonado, así que ustedes hagan lo mismo.» - Proverbios 21:23 (NVI)
«El que cuida su boca y su lengua se cuida de las angustias.» - Filipenses 2:3-4 (NVI)
«No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás.» - 1 Pedro 4:8 (NVI)
«Sobre todo, ámense sinceramente unos a otros, porque el amor borra muchos pecados.» - Proverbios 17:14 (NVI)
«Comenzar una discusión es como abrir una represa; por eso, ante la pelea, es mejor retirarse.» - Proverbios 12:18 (NVI)
«Hay quienes hablan sin tino, como si su lengua fuera una espada; pero la lengua de los sabios sana.»
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