Mensaje cristiano para los hijos.
Ayer se atiborraron los restaurantes en muchas ciudades del mundo. Se veían familias enteras ingresar a ellos y en medio de esos pequeños conjunticos de personas se destacaba la agasajada madre que apretaba oronda su pequeño ramo de flores.
Esa imagen se vio en cada centro comercial, en cada distrito, cada familia; en los más exclusivos barrios de la ciudad y en los tugurios que la circundan. Todos, de alguna manera se dieron su mañas económicas para aparecerle a la “cucha”, a la mamita, a la abuela, a la nona con un detallito.
Es que eso tiene ese particular día de la madre, el día en que todo el comercio en general mueve sus cajas registradoras como en pocas fechas del año. (Ya quisiéramos los padres que nuestro día nos lo celebraran con tanto ímpetu).
Y es que, además, producto de la pandemia, hace dos años no se salía con la mamá a disfrutar la más tradicional de las oportunidades para la tan particular aglomeración familiar.
Un detallito allí, una selfie allá, una llamadita por ahí, una frase, un vitoreo, un abrazo, un beso… ¡En fin! La reina del hogar tuvo un día como muy seguramente hace tiempo no vivía.
El asunto es que hoy, cuando toda esa barahúnda de celebraciones ha cesado, cuando el mortal mundo de los ocupados se empiece a despertar y cada uno se dedique a sus ajetreadas ocupaciones, un gran número de “Reinas del hogar” habrán dejado el cetro y la corona para volver a la realidad de sus “normales’ y vacías existencias.
Volverán algunas al lucimiento de su simple indumentaria diaria de «saquito y delantal» después de haber colgado su esporádica “pinta” dominguera del exclusivo y anual día de las madres.
Ahí, al lado algunas quizá cuelguen la tristeza que les punza levemente el corazón por el hijo que no llamó, “¿Quién sabe dónde estará?” se preguntará mientras prefieren regresar al recuerdo del exclusivo agasajo dominical que acaba de terminar.
Tristemente algunas mamás prefieren vivir con intensidad ése día de las madres porque saben que solo durante esas veinticuatro horas serán el centro de atención, por que, digámonos la verdad, a esta hora esos mismos hijos e hijas que se desbordaban en libaciones y vitoreos a la glamurosa madre que Dios le dio, hoy están ya imbuidos en los quehaceres de sus ocupadas vidas.
La falta de honra verdadera a la madre, causa de la pobreza.
Pobre de la vida de los pobres hijos que no saben la rica riqueza que provoca una madre cuando es honrada de verdad.
Mira lo que dice Dios:
“Honra a tu padre y a tu madre -que es el primer mandamiento con promesa- para que te vaya bien y disfrutes de larga vida en la tierra” Efesios 6:2-3 (versión NVI).
Y en Éxodo 20 ese mismo mandamiento es dicho a través de Moisés haciendo énfasis en que, quien así hace, recibe la tierra que Dios le quiere dar. ¡Tamaña bendición la hemos dejado olvidada! Porque digámonos la verdad: honrar a una mamá no es acordarse de ella en su día comercial. No creas que es una honra para una mamá ver que solo entonces un hijo aparece para comportarse como debiera hacerlo los otros 364 días del año.
Quizá lo que hiciste ayer solo fue un acto para no quedar como el único hijo desagradecido de la familia, pero tu corazón hace rato está lejos de ser el hijo que aprecia verdaderamente a su mamá.
Ella no te lo dirá porque una madre ama de tal manera que prefiere evitar la sincera confrontación y solo se disfruta esas veinticuatro horas de cambio en la actitud de su “retoñito”.
Somos una sociedad pobre porque no hemos aprendido a honrar verdaderamente a mamá.
A mamá no se le honra con el manojito de flores del dominical festejo, no se le honra con la poco común transferencia de fondos a su cuenta bancaria, con la tarjetita de papel o con el rinconcito reservado de algún restaurante; a mamá se le honra pasando tiempo con ella en un día común y corriente, cuando le regalaste, mínimo, dos horas de amena conversación a la semana, cuando eres tú el hijo que la lleva y la trae de sus visitas al médico, cuando te “arrunchas” en su cama para permanecer en un cálido abrazo mientras ella te cuenta de su particular mundo; créeme, hay muchas maneras sencillas y muy significativas de dar honra y verdadero amor a tu mamá, la lista es interminable y de preferencia para poner en practica todos los días del año.
La prosperidad del buen hijo.
No me extrañaría que los que así proceden vivan vidas productivas y de continuo respaldo divino, no me extraña si al hijo que así procede sus propios hijos le compensen las alegrías que él brinda a su progenitora, porque lo que Dios promete ¡Dios lo cumple!
Hoy, cuando el mundo entero ya gira en torno a otras preocupaciones, vuélvela a llamar, pregúntale cómo está, si puede hacer algo por ella, prográmale una nueva visita esta semana, no dejes pasar un día de su vida sin que ella piense que en tí tiene al mejor hijo del mundo, porque todos, ¡Todos los días son el día de la madre!
Ahora si, escúchalo en formato podcast (audio), si quieres cierra los ojos e inspírate en mamá mientras lo escuchas.
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Recuerda que puedes recibir el podcast todos los días a las 5:30 de la mañana (hora Colombia) cuando publico todos mis contenidos cristianos.